Día de muertos

por Margarita Hernández

Soy una mujer colombiana, nacida en Pamplona Norte de Santander, llevo 6 años siendo residente en México y de tantos momentos bellos que he vivido aquí, quiero compartirles brevemente lo que para mí significa el día de muertos, una celebración en la que se conjugan rituales prehispánicos con costumbres católicas, lo cual es básicamente la simbiosis que representa gran parte del folklor mexicano.
Siempre me ha impresionado la pasión, el compromiso y el esfuerzo con el que se viven las fiestas aquí, 15 de septiembre, el día que celebran la independencia, por ejemplo, suele estar lleno de rojo, blanco y verde por todas partes, las personas preparan pozole, chiles en nogada, agua de jamaica, de horchata, tostadas, garnachas, dulces típicos y muchas de las delicias propias de su región. El 12 de diciembre, celebración de la Virgen de Guadalupe, se cierran las calles, hay peregrinaciones desde lejanas tierras para presentar como ofrenda su caminar hasta la basílica, llevan a sus niños con traje indígena a recibir la bendición de “La Morenita” y hacen sus respectivas oraciones. Esto es tan solo una descripción mínima de dos de las fiestas más importantes que hay, son muchísimas más y tienen características tan diversas que no acabaría de contarles toda la hermosura que se viven en los días especiales.
Ahora sí, podemos adentrarnos en mi día favorito del año, la celebración de día de muertos.
Debo confesar que no fue hasta mi segundo año como residente en este bello país, que pude entender de qué se trataba esta fecha, ya que en la Orquesta Sinfónica con la que tocaba, ofrecimos un concierto en la entrada de un panteón en la tierra más enigmática y encantadora que he conocido en México, el estado de Oaxaca. Me causaba curiosidad ¿cómo es que habría un escenario dispuesto frente a un cementerio para que tocáramos? y aún más extraño, ¿habría público dispuesto a estar allí? Donde por tradición familiar he aprendido que es el lugar donde descansan los seres que se nos adelantaron y se debe guardar silencio.
Yo iba con una mezcla de sentimientos, entre incertidumbre, emoción, miedo, curiosidad… al llegar allí, efectivamente estaba una gran tarima con sonorización para una fiesta patronal, con una persona que animaba el evento y cientos de personas sentadas esperando nuestra aparición. Estamos hablando de una fiesta, en la que todos participan y se comprometen. Empecé a ver a las personas que entraban al panteón con coronas de flores amarillas y moradas, algunos con botellas de licor, pan de muerto, tamales, mandarinas y naranjas. Me percaté de que las ponían junto a la lápida de sus difuntos y se sentaban allí, supongo que por el resto de la noche.
Después de esta maravillosa experiencia, fui hospedada en casa de un amigo Oaxaqueño y su familia, allí recibí todo el cariño y las atenciones propias de una reina, me sentí demasiado querida y así es como he vivido la hospitalidad mexicana, son personas desbordantes de solidaridad y calidez, realmente soy afortunada de todo el amor que me han brindado.
En casa de la abuelita de mi amigo, tenían un cuarto específicamente preparado para recibir a sus difuntitos (palabras de doña Tina), en el que tenían varios cuadros con las fotos de las personas que habían fallecido, además de papel china (o papel seda) que tiene varias imágenes de calaveras y de altares, frutas, verduras, botellas de mezcal, pan, dulces, salsa a base de chile, chocolate, tortilla de maíz, tamales y una gran variedad de alimentos. Me explicaban mis anfitriones que durante el 1 de noviembre, día de todos los santos, vienen de visita las ánimas de sus familiares adultos y 2 de noviembre, día de todos los fieles difuntos, de sus familiares niños, que son guiadas desde su nuevo hogar hasta el anterior, por medio de un camino de flor de cempasúchil (flor amarilla con un olor muy característico), para que puedan deleitarse con el olor de sus comidas recién preparadas por sus amados familiares, el olor de su licor favorito, de sus frutas predilectas, o también en ocasiones acomodan en el altar algunos objetos personales que siempre tenían cerca o atesoraban y en el caso de los niños de sus juguetes.
Para mí fue impactante observar el inmenso cuidado y dedicación con el que ponían cada elemento que hace parte del altar, además de las horas que llevaba preparar los tamales, el mole, el chocolate, la carne y el tiempo que pasaban alegremente alrededor del mismo, esperando y recordando a sus seres amados.
La tradición se vive de forma similar en Veracruz (donde he residido hasta la actualidad) y aunado a la elaboración del altar, las personas hacen una celebración en su hogar, en la que invitan amigos cercanos y familiares, para ofrecerles una comida con los platillos favoritos de sus difuntos, algunas personas acuden pintados de catrín o catrina (pintura de José Guadalupe Posada, nacido en Aguascalientes, México, que originalmente la llamó “La Calavera Garbacera” y fue rebautizada “Catrina” por el famoso pintor Diego Rivera), aunque también he visto quienes hacen una fiesta de disfraces, haciendo una mezcla del llamado Halloween con el Día de Muertos.
Esta fiesta ha atrapado mi atención y admiración, no sólo por su valor cultural, sino porque en ella he podido expresar durante dos días en el año, todo lo que significan para mí, las personas amadas que fallecieron, es una bella oportunidad en la que puedo recordarlos, sanar poco a poco mi dolor de no poder estar con ellos de forma física, hacerles un merecido homenaje y vivir con alegría y orgullo, su presencia en mi corazón. Me gusta vivir mi espiritualidad como algo muy íntimo y reservado, me siento feliz de poder conjugar mis creencias con un momento de acercamiento hacia un mundo lejano y completamente desconocido para los humanos, siendo fiel y respetuosa de lo que creen y profesan mis semejantes.
Desde lo que he escuchado de cómo algunas personas en otros países ven el día de muertos, me doy cuenta que se relaciona con santería, hechicería o algo similar. Para mí no tiene nada que ver con eso, es un momento muy profundo en el que cada quién desde sus convicciones, rinde homenaje a sus difuntos y disfruta en familia una oportunidad para recordarlos y celebrar que aún tienen un día más de vida en el mundo terrenal. Desde mi perspectiva día de muertos también es una fiesta de vida y fortalece los lazos de familiaridad y amistad.
Ojalá algún día puedan degustar tantos manjares y deleitarse con la música, bailes, vestidos, colores y los olores de esta fiesta bella.

Aquí les dejo un pequeño - mini diccionario por si las dudas: