Siguiendo Gigantes

por Mónica Pimiento

1. Massaman curry
2. Massaman curry with chicken
3. Pad thai
4. Spring roll
5. Chicken in coconut milk
6 sticky rice with mango
Afternoon
Can eat all.

He esperado 20 años para hacer este viaje… ¡sí! 20 cortos años. Cuando estaba de intercambio en alemania, conocí a Sasina, o nana como le gusta que la llamen. La conexión fue inmediata y duradera, fuimos amigas todo el intercambio, afrontamos situaciones similares, como la discriminación, la alegría de conocer nuevos lugares y sobre todo el respeto hacia los demás. Ella fue la primera persona que me enseñó sobre la espiritualidad según su creencia. Me sorprendió encontrar temas y visiones iguales de alguien que venía del otro lado del mundo, si uno cava un huequito desde Pamplona, después de mucho cavar, podría llegar a hasta ese país al que vuelo en este momento: TAILANDIA.

El reino de Tailandia es una monarquía, tiene más de 71 millones de habitantes y su capital es Bangkok. Esta semana se celebrará el Songkran, la festividad más importante en este país, donde todos salen a las calles a mojarse, pues es el agua quien limpia las malas energías del cuerpo.

Antes de aterrizar en la primera ciudad que visitaré llamada Chiang Mai, me di cuenta de que todo estaba cubierto por esmog, un poco apocalíptico la verdad, los agricultores queman sus campos para la siembra, es la forma más barata de hacerlo. El resultado: niveles de contaminación perjudiciales para la salud humana.

Kimmy es la conductora del taxi que me lleva desde el aeropuerto al hotel. Mientras recorremos las calles, busco en Google cursos de cocina, no solo vine a comer, sino a aprender. Será mi primera clase oficial de cocina, con mi plato favorito y en un lugar que me recuerda a casa.

Llego al hotel y pasan por mí a los 20 minutos, me impacta como la globalización y la internet, me permiten conectarme, entender y moverme por este lugar al otro lado del mundo. Haimok es nuestra instructora en el centro de cocina, Gift la acompaña, pues es ahora su aprendiz, llevamos dos horas y hemos logrado hacer dos recetas, visitar la huerta orgánica y ahora nos disponemos a hacer el Padthai. Plato legendario tailandés que ha viajado más que incluso sus propios ciudadanos

En Chiang mai hay mercados nocturnos con mucha comida, veo un grafiti similar al Che Guevara, una fila para masajes y música de fondo de un grupo tai conformado por cinco personas, todas de aspecto diferente, un señor con un banjo, una señora con un acordeón, entonan en este momento música country americana, es tan surreal mi vida en este momento que mientras sostengo un juguito de maracuyá y coco, entiendo que en cada parte del mundo, hay un macondo.

En la mañana siguiente y con la premisa de llegar hasta 39 grados, empiezo a caminar, llevo un pantalón comprado en el san andresito de pamplona, camisa de conjunto de lino hecho en Cartago, comprado a una amiga de mi abuelita que tiene su negocio en la calle real. Quizás fue tanta mi alegría que ella tuviera en su mente el recuerdo de Kika vivo, que esta prenda ahora me hace sentir que mi nona me acompaña. Sombrero de paja toquilla, también llamado panameño pero hecho en Montecristi, Ecuador y adquirido, en el centro de Quito. Alpargatas de Pera, insignia Pamplonesa y bolsito de Humanitos hecho por Susan Sardiñas, con la catedral de la ciudad mitrada y la palabra Gracias. Así como me siento en este momento, absolutamente agradecida de todo lo que he visto, de mi conexión infinita con los lugares, sobre todo cuando, como hoy, viajo sola. Sin internet y sin distracciones para convertirme en una observadora, y así poder plasmar todo lo que por mi mente pasa.

Después de varios templos en Chiang Mai y de morir de calor, sumado a no poder respirar bien debido al esmog, viajo a Chiang Rai. Este destino se encuentra a tres horas en bus. Hasta el momento la gente ha sido muy amable, el transporte sale a tiempo y siempre se preocupan por que te sientas bien. Mi objetivo en Chiang Mai es visitar el templo blanco, uno de los más lindos del mundo. Llego al hotel con mi morral que probablemente pese más de 12 kg, en la entrada de muchos lugares hay filas de zapatos, solicitan entrar descalzos. El hotel no es la excepción, mis peritas deben pasar la noche en la entrada, quizás le contará a los otros zapatos de noche, todos esos pasos que hemos recorrido y quizás también contará sobre nuestra pamplona.

Muy temprano, salgo hacia el templo blanco o Wat Rong Khun, ubicado a 15 km del centro. Al estar enfrente, solo puedo dar las gracias, a cualquiera que esté arriba y me haya permitido estar acá, presente, y con ojos de admiración completa. El templo fue diseñado por Chalermchai Kositpipat, en la entrada muchas esculturas representan el sufrimiento humano y poco a poco el camino hacia la iluminación. Fue curioso ver en las paredes dibujos de pikachú y otros dibujitos animados, representando las tentaciones. El brillo lo dan espejos pequeños en todo el borde de la estructura, me despido del lugar después de 3 horas de admirar esta construcción, tomar varias fotos e intentar grabarlo para siempre en mi mente, quizás para tener este recuerdo, algún cumpleaños de alguien he de olvidar. Tailandia tiene una de las gastronomías más relevantes en el mundo, con influencias de todo Asia y para mí, un manejo de plantas aromáticas magistral. Todo es delicioso, incluso en los lugares más sencillos. Por recomendación de otros viajeros, voy a Barrab, un restaurante pequeño que se quedará para siempre en mi corazón. Por 240 Baths (31.000 COP) pruebo el Padthai con pollo y un curri de cerdo acompañado por el mismo pan que comimos en india. Cada bocado despierta una sonrisa, incluyo bailecito al finalizar, agua infusionada con bergamota (un tipo de limón con forma de pera) y soda, concluyen quizás una de las 10 mejores experiencias gastronómicas que he tenido en mi vida. 

Chiang Rai tiene múltiples templos, pero decido visitar también el templo azul. Todo está pintado de este color, incluso un buda de más de 4 metros. En los templos no se debe mostrar afecto, apuntar los pies hacia buda, entrar con zapatos o mostrar hombros o rodillas. Es muy interesante tener ojos de Observador neto y aprender de todos los lugares donde uno va. A pesar de ser una gran experiencia, tener el tapabocas; ver y oler la contaminación en el aire, me hace constantemente pensar, que en mi tierra, no valoramos lo suficiente el respirar aire puro. Añoro en este momento hacer una inhalación profunda en cualquiera de mis montañas pamplonesas, pero por ahora debo mantener inhalaciones pausadas y cortas, tapabocas en todo momento y tranquilidad. En este viaje, visito también Phuket, recordado por el trágico tsunami de 2004 que cobró más de 4800 vidas (cifra oficial). Sus playas, y las islas cercanas son consideradas unas de las más bellas del mundo, aunque mi corazón cada vez que ve playa sueña con pescado frito, ensalada, patacón y arroz con coco.  En Phuket está mi partner de Viajes, ella cumple años esta semana, y aunque este plan se hizo en el último minuto, estamos viviendo esta maravillosa oportunidad que tenemos.

Al despertar tomamos un barco hacia Lanta, en Tailandia, es muy común ir a lugares llamados santuarios a ver, bañar o montarse en elefantes. Lamentablemente, para que los elefantes permitan eso, son adiestrados y generalmente maltratados. Por lo tanto, decidimos ir a un lugar diferente, apoyado por las asociaciones de protección animal. Se llama following Giants (siguiendo elefantes) y el recorrido se basa en ir por un bosque viéndolos y siguiéndolos si ellos lo permiten. Es impresionante ver esas criaturas majestuosas, su tamaño, piel, ojos llenos de poder. Me siento pequeñita, como todos los seres humanos somos. Me pregunto ¿a qué hora se nos ocurrió sentirnos más poderosos que estos gigantes?.  Con mucho respeto, nos despedimos recordando estos momentos de forma consiente, (espero) para toda la vida.



BANGKOK es un monstruo de ciudad, llegamos muy temprano después de pasar algunos días de playa en Krabi, vemos muchas mujeres conduciendo carros, botes, trenes. Nana pasa por nosotras al poco tiempo. Al verla sentí que esos 20 años fueron apenas unos meses, me conmueve mucho recordar todo lo que vivimos y como un intercambio cultural transforma la vida de cualquiera y nos enseña a ser ciudadanos del mundo. Varios abrazos, par de lágrimas y muchas sonrisas, acompañan este encuentro. Ella nos lleva por algunos de los templos más importantes de la ciudad, me cuenta que aunque su mamá es católica y su papá budista, escogió ser budista por el hecho de sentirse más libre, estamos en plena celebración del Songkran el año nuevo Tailandés, lo que significa que por las calles van a mojarnos. En este país creen que el agua limpia la energía, por ello es común ver muchas personas con pistolas de agua, niños, adultos y personas de la tercera edad. Me genera gran felicidad ver a todos armados, pero con pistolas de agua. Entre toda la locura, son respetuosos. Caminamos junto a miles de personas por Khaosan Road, calle principal para las batallas con agua. Al regresar al hotel, después de reír con el alma, de contagiarnos con la simplicidad de la gente, con la esencia del tailandés, paramos a probar nuestro último arroz dulce de coco con mango, en medio de la calle, sillas plásticas, woks, sabores y olores por doquier, son el broche de oro de toda esta experiencia. Pagamos y pido a los meseros que me permitan tirar agua a la gente que pasa, todos sonríen y ahí estoy, con un baldecito en mano, cara alegre y fuerza para que el agua alcance la gente que pasa, incluso por la acera del frente. Creo que mi niña interior, sonríe, sonríe al conocer una nueva cultura y como siempre he pensado, más allá de cualquier creencia o política, entender que todos somos iguales. Que todos somos Humanitos. (Lágrimas de nostalgia y agradecimiento)

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